Durante los últimos siglos, la sociedad ha valorado como inteligentes a las personas que dominaban o brillaban en tareas intelectuales muy concretas (atención, memoria, lenguaje, calculo, abstracción, etc…), siendo el afán de los expertos medir dichas capacidades. Se consideraba a un ser inteligente cuando obtenía una puntuación elevada en los test de inteligencia. El Cociente Intelectual que resultaba se convirtió en el referente de inteligencia.
A raíz de los estudios científicos en Inteligencia Emocional, iniciados en la última década del siglo XX, esta visión entra en conflicto, ya que no explica por qué hay personas que triunfan, por ejemplo social o laboralmente, sin haber obtenido un CI elevado en los test de inteligencia. Se dejaron de lado capacidades sin duda «inteligentes», que forman parte de la inteligencia, y cuya importancia para la vida de la mayoría de las personas iguala o supera las anteriores: la inteligencia puede utilizarse para analizarse a sí mismo, para comprender a los demás, para solucionar problemas, para identificar oportunidades, para controlar las preocupaciones, etc…
Los expertos defienden que las personas que saben reconocer sus emociones y saben cómo gestionarlas de forma adecuada también triunfan, y son las que gozan de mayor equilibrio emocional y mental, así como de un mejor ajuste social y relacional.
De esta forma podemos deducir que hoy día, el concepto de inteligencia es un concepto muy amplio que implica la capacidad del individuo para realizar con éxito lo que se proponga e incluye la inteligencia cognitiva y la inteligencia emocional.
Cada vez hay mas investigaciones sobre Inteligencia emocional que corroboran la idea de que las personas emocionalmente inteligentes presentan mejor salud física y psicológica, mejores relaciones sociales, más estados emocionales positivos y un mayor bienestar subjetivo.
A raíz de los estudios científicos en Inteligencia Emocional, iniciados en la última década del siglo XX, esta visión entra en conflicto, ya que no explica por qué hay personas que triunfan, por ejemplo social o laboralmente, sin haber obtenido un CI elevado en los test de inteligencia. Se dejaron de lado capacidades sin duda «inteligentes», que forman parte de la inteligencia, y cuya importancia para la vida de la mayoría de las personas iguala o supera las anteriores: la inteligencia puede utilizarse para analizarse a sí mismo, para comprender a los demás, para solucionar problemas, para identificar oportunidades, para controlar las preocupaciones, etc…
Los expertos defienden que las personas que saben reconocer sus emociones y saben cómo gestionarlas de forma adecuada también triunfan, y son las que gozan de mayor equilibrio emocional y mental, así como de un mejor ajuste social y relacional.
De esta forma podemos deducir que hoy día, el concepto de inteligencia es un concepto muy amplio que implica la capacidad del individuo para realizar con éxito lo que se proponga e incluye la inteligencia cognitiva y la inteligencia emocional.
Cada vez hay mas investigaciones sobre Inteligencia emocional que corroboran la idea de que las personas emocionalmente inteligentes presentan mejor salud física y psicológica, mejores relaciones sociales, más estados emocionales positivos y un mayor bienestar subjetivo.